viernes, 12 de febrero de 2010

EL CAPO DE LOS ESTUDIANTES


Leer la vida de los santos, no sólo es una devoción recomendada, sino que también puede ser un ameno entretenimiento. Veamos como ejemplo a José de Cupertino o Copertino
Dicen que en 1603 José nació en un pequeño galpón pegado a la que tendría que ser su casa, porque ésta le había sido embargada a su padre por deudas.
No podían haber sido menos auspiciosos los comienzos de este niño que llegó a santo. Al parecer su inteligencia no brillaba mucho y era considerado un tonto por todos, hasta por su madre.
Muy joven se le despertó la vocación religiosa y a los 17 años ingresó en un convento franciscano, pero fue expulsado por su falta de inteligencia que, al parecer causaba demasiados problemas a los frailes.
Su madre, más para librarse de ese inútil que para complacer la vocación de su hijo, rogó a un franciscano pariente suyo, que lo admitieran en el convento. Así es como pasó a ser algo así como “el chico de los mandados”. Sorprendentemente, hubo un cambio total. Todas las tareas las desempeñaba bien, agregando a su habilidad una humildad y una amabilidad envidiables. Lo admitieron entonces como religioso y lo pusieron a estudiar para su ordenación sacerdotal.
Si bien José había experimentado un cambio en cuanto a su habilidad, no había pasado lo mismo con su inteligencia y, de todo lo leído, sólo recordaba la explicación de un texto evangélico: “Bendito sea el fruto de tu vientre”. Y eso justamente fue lo que le tocó explicar el día del examen, después de haber hecho girar el bolillero.
Pero más sorprendente fue su suerte cuando el obispo vino a tomar el examen definitivo. Fue haciendo pasar uno a uno a los alumnos y fueron tan extraordinarias las respuestas a sus preguntas que dieron los 10 primeros, que dio por sentado que todos estaban excelentemente preparados, aprobando a todos, entre los que se encontraba José, que aún no había sido interrogado.
Después vino una vida de oración, penitencia, milagros, profecías, y hechos portentosos como levitación y bilocación, que vale la pena leer, no tanto para lograr aprobar una materia sin estudiar, sino para corroborar que Dios elige a los más humildes para realizar las mayores proezas.
Murió a los 60 años. Fue beatificado en 1753 por Benedicto XIV, y canonizado en el 1767 por Clemente XIII.
Lo que le pasó a José de Cupertino, es el sueño de todo estudiante, por lo que fue designado como su santo patrono.
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