jueves, 29 de marzo de 2012

LAS VISITAS DE BENEDICTO XVI




Mirando en la tele y leyendo las noticias de las visitas del Papa a México y a Cuba, no pude menos que reflexionar sobre el estado de la Iglesia actual. El resultado de la reflexión no fueron más que incógnitas, planteos que me hago y que le hago a la Iglesia, a la que orgullosamente pertenezco.
Recordé lo que contaba Susana, una de nuestras hermanas en la fe, que viajó a Roma en ocasión de la beatificación de Juan Pablo II. Se sorprendió porque las calles, con millones de fieles de todo el mundo, contrastaban con las grandes Basílicas desiertas durante las misas.
Sabemos que México es el segundo país del mundo en cantidad de católicos (75 millones), por eso no nos sorprende la alegría con que fue recibido Benedicto XVI. Pero en Cuba, la religión fue prácticamente prohibida por mucho tiempo y abundan infinidad de cultos esotéricos y supersticiosos. ¿A qué se debe que la gente se agolpara para aclamar al Papa más acusado de reaccionario que todos sus antecesores?
Ese fenómeno, que sucede en Roma, en México y en Cuba, podemos observarlo en nuestro país. Pocos son los bautizados que reciben otros sacramentos (el del matrimonio, casi olvidado), menos los que concurren habitualmente a misa, y muy poquitos los que se involucran en su Parroquia, que “militan”. Sin embargo millones de personas se movilizan en las peregrinaciones y miles participan de las procesiones de las Parroquias.
¿Será que el templo ha dejado de ser el centro de culto y que el encontrarse con el otro, con el prójimo, en la búsqueda común de lo sagrado, ha pasado a ser la forma de ver el rostro del Dios invisible?
Los signos que recibimos nos hacen pensar que la fe y lo sagrado no han muerto. Y quizás tampoco ha muerto la  religión: en el corazón del hombre persiste la necesidad de “religarse” con Dios, de reencontrarse con el paraíso perdido
¿Será que también necesita religarse con su Iglesia? Los fieles más simples no necesitan teologías ni etimologías para saber que iglesia significa “asamblea” y que no hay Iglesia sin pueblo.
Ese pueblo necesitado de llegar a Dios, ha comprendido también la etimología de “pontífice”: el que hace puentes y el sentir al papa puente  entre Dios y el hombre, puede más que toda la propaganda adversa que se le ha hecho. ¿Qué dicen ahora los que se llenan la boca hablando de hacer la voluntad del pueblo?
El concilio Vaticano II dio un gran paso en acercar el pueblo a la Iglesia o, mejor dicho, lograr que la iglesia sea pueblo. Para algunos fue pequeño ese paso, para otros fue poner a la Iglesia al borde del abismo.
A veces pienso que la importancia de la renovación de los ritos hizo que nos estancáramos en ellos. Quizás haya que retroceder un poco y avanzar otro poco, buscando la dirección correcta.
Como ejemplo pongo la modificación en la celebración de la misa. Fui uno de los que celebré que el sacerdote dejara la postura Ad Orientem o Ad Deum o Versus Absidem (de espaldas a los fieles) y se asumiera la de Versus Populom (de frente a los fieles). Tarde supe que no había sido eliminada la forma anterior, sino que podían convivir ambas.
Acaso el pueblo haya descubierto que los sacerdotes muchas veces han creído hacer las veces de Dios. Tal vez los fieles necesiten más al sacerdote que se pone con ellos, frente a Dios para rogarle, alabarlo y a agradecerle, que el que se cree del lado de Dios.
¿Será conveniente mezclar un poco el rito, para que el sacerdote se ponga de cara al pueblo sólo en el momento de la consagración, cuando realmente asume el rol de Cristo (o cuando Cristo lo utiliza como herramienta)?
Este “reaccionario” Papa ya lo dijo en su libro “El Espíritu de la Liturgia” cuando no era más que el cardinal Joseph Ratzinger:
“Considero absurdas las innovaciones que ponen a un lado la cruz para liberar la vista de los fieles al sacerdote ¿Será que la Cruz incomoda? ¿Será que el sacerdote es más importante que el Señor? Este error debería ser corregido lo más deprisa posible. El Señor es el punto de referencia. Es el sol naciente de la historia…el sacerdote”
 Ahora, hasta se ha llevado el sagrario a un lado o a otra nave, para que no distraiga a los fieles.  Y algunos sacerdotes prefieren acortar la lectura de la Palabra antes que abreviar su homilía.
Pero el pueblo sigue siendo Iglesia y descubre al buen pastor. 
Considero que los sacerdotes siguen siendo necesarios, pero que los fieles necesitan a consagrados que caminen junto a ellos. Muchos deberán cambiar el rumbo, para que el pueblo no los “puentee” y, como en el caso de México y Cuba,  vaya directo al puente, sin pasar por ellos.