A veces a uno le
tienta saber algo más sobre los demonios y por qué, si eran ángeles, cayeron. Por
qué Dios permitió que cayeran. Una pregunta que nos hacemos también con
respecto a por qué Dios permite el mal, por qué nos permite pecar.
Con un poco de
culpa recorremos algunos escritos que parecen adentrarnos en el mal, más que en
el conocimiento.
Hace poco encontré el libro
que buscaba leer sin culpa: SUMMA DAEMONIACA, del P.José Antonio Fortea un
teólogo español, que nos presenta un tratado de demoniología exento de
efectismo y que desnuda muchas fantasías tejidas en torno al tema.
Voy
a transcribir un pequeño párrafo para muestra que induzca a la lectura de este
ameno libro:
La
existencia aparte de Dios aparecía como una existencia más libre. Las normas de
Dios, la obediencia a Él y a su voluntad, aparecían progresivamente como algo
opresor, pesado. Dios comenzaba a ser visto como un tirano frente al que había
que liberarse. En esta nueva fase de alejamiento, ya no era simplemente que
buscaran un destino fuera de Dios, sino que Dios mismo les parecía que era un obstáculo
para alcanzar esa libertad. Pensaban que la belleza y felicidad del mundo
angélico hubiera sido mucho más feliz y libre sin un opresor. ¿Por qué había un
Espíritu que se alzaba por encima de los demás espíritus? ¿Por qué su voluntad
se debía imponer sobre la de los demás espíritus? ¿Por qué una Voluntad debe
imponerse sobre otras voluntades? No
somos niños, no somos esclavos, debieron pensar. Dios ya no era un
elemento que habían dejado atrás, sino que comenzaba a convertirse para ellos
en el mal. Y así comenzaron a odiarle. Las llamadas de Dios hacia estos ángeles
para que volvieran hacia El eran vistas como una intrusión inaceptable. En esta
fase, el odio en unos creció más, en otros espíritus menos.
Puede
sorprender que un ángel llegue a odiar a Dios, pero hay que entender que Dios
ya no era visto por ellos como un bien, sino como un obstáculo, como una
opresión, Él era visto como las cadenas de los mandamientos, como la falta de
libertad. Ya no era visto como un Padre, sino como fuente de órdenes y
mandatos. El odio nació con la energía de sus voluntades resistiendo una y otra
vez a las llamadas de Dios que como un padre les buscaba. El odio nació como
reacción lógica de una voluntad que tiene que afianzarse en su decisión de
abandonar la casa paterna, por decirlo en términos que resulten inteligibles
para nosotros. Es decir, alguien que se marcha de casa al principio simplemente
quiere marcharse, pero si el padre le llama una y otra vez, el hijo acaba
diciendo déjame en paz. Dios
les llamaba entonces, pues sabía que cuanto más tiempo sus voluntades
estuvieran alejadas de Él, más se afianzarían en su alejamiento.
Por supuesto
que muchos ángeles que se habían alejado en un primer momento volvieron. Esta
es la gran lucha en los cielos de la que se habla en Apocalipsis 12:
Creo que este fragmento explica muchos alejamientos.
No sólo de Dios