Me dice mi amiga Alejandra en un mail: “Aunque algo leí en el blog, quiero que me cuentes tu opinión sobre el papa." Con su permiso, decidí publicar la respuesta a ese interrogante.
En primer lugar tengo que aclararte que yo soy un fuerte creyente de que el papa es iluminado por el Espíritu Santo, así como lo es su elección. Por eso siento veneración por los papas que me han tocado vivir. Desde Pio XII hasta Francisco. Creo en la infalibilidad papal, pero ojo, esa inerrancia se produce cuando procede ex cáthedra, es decir cuando lo hace de manera solemne (en la proclamación de documentos) y no cuando lo hace en forma incidental ya sea en sus palabras o acciones (V.Gr: si comenta “hoy va a llover” no significa que eso vaya a suceder. O si produce un acto político, que puede o no ser desacertado)
El papa es un instrumento del Espíritu Santo y como tal, puede ir perdiendo fuerza o filo. Eso le pasó a Juan Pablo II, cuando la enfermedad comenzó a minar su cuerpo.
Juan Pablo I, (que tomó su nombre de sus dos inmediatos predecesores: Juan XXIII, que convocó al Concilio Vaticano II y Paulo VI, que lo llevó a cabo) pudo haber sido lo que hoy es Francisco, pero la Iglesia no estaba aún preparada para él. Pero esas son especulaciones mías por la impresión que nos causó a todos.
Cuando fue elegido Joseph Ratzinger como Benedicto XVI, yo no podía convencer a la mayoría de los católicos de su progresismo y de la necesidad de ese papa tan teólogo y tan allegado a los sectores llamados “progresistas”. Me basaba en la lectura de sus libros, que iluminan más que muchos “progresistas”. Entre los que me costaba convencer estaba un cura que al fin, por sus acciones, se convirtió en uno de sus seguidores y hasta hizo en su parroquia una jornada para estudiar una de sus encíclicas. Benedicto persiguió a los pedófilos y pidió perdón a sus víctimas, levantó la excomunión de los lefevristas, aceptó a un grupo de sacerdotes y obispos disidentes de la Iglesia Anglicana, algunos de ellos casados, por lo que ahora en la Iglesia Católica hay curas casados. Sus documentos iluminan extraordinariamente, por lo que el “ex disidente” y yo coincidimos en que sin Benedicto no hubiera sido posible Francisco.
Pero lo que vos querés saber es que opino de este papa y no toda la perorata previa.
Toda esa explicación es para decirte: Si venero a todos los papas, incluso a los más criticados ¡¿Cómo no querer al que quiere todo el mundo?!
No lo conozco personalmente, pero he seguido su trayectoria como obispo y cardenal (cardenal es sólo un título nobiliario que no tiene más jerarquía eclesial que el obispo, que es el sacerdocio pleno. Por eso el papa es “obispo de Roma). Los que esperábamos su nombramiento como papa, no lo hacíamos por ser argentino, sino porque conocíamos que su sencillez no era fingida. Que cada semana iba a visitar a los curas villeros y se quedaba a dormir allí, que solucionaba fácilmente problemas burocráticos de la iglesia, que no
sólo pregonaba, sino que practicaba el ecumenismo, llevando a cabo acciones conjuntas con pastores, rabinos y sacerdotes islámicos. Que durante la dictadura había protegido a muchos y los había hecho salir del país; a uno, con su propio documento, sabiendo el riesgo que eso suponía para su vida; que viajaba en subte o en colectivo como una cosa simple. Eso la mayoría sólo lo conoció después.
Cuando vino a Moreno para poner en posesión del obispado en forma provisional a monseñor Casareto, viajó en tren. Y costó convencerlo de llevarlo en auto de vuelta, alegando que a la noche los trenes funcionaban muy mal. Pero este papa no sólo tiene sencillez, es un gran teólogo y tiene una gran firmeza para conducir la iglesia.
Es uno de los que condujo en Aparecida la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, cuyo documento conclusivo ha tenido tanta influencia en el catolicismo como en su momento lo tuvo el Documento de Puebla. Tanto que la Iglesia del mundo comenzó a poner los ojos en Latinoamérica, dejando poco a poco los cánones impuestos por Europa.
Pero no podemos esperar de Francisco grandes cambios, como no se pueden hacer cambios violentos en las grandes empresas. La capacidad de maniobra de la Iglesia es tan escasa como la de un trasatlántico. Los cambios deben comenzar desde las bases, y las comunidades eclesiales de base (las parroquias) tienen quizás menos capacidad de maniobra.
Con todo, el hecho de comenzar a discutir esos temas (como sucedió en el sínodo concluido la semana pasada) ya es un grandísimo avance.
Después de las declaraciones de Francisco, puedo decir en la catequesis, lo que yo pensaba pero que no reflejaba el magisterio de la Iglesia.
Habrá cosas que no comparto, pero me siento representado cabalmente por esta nueva Iglesia.
Además creo que hemos logrado engañar a todo el mundo: ahora deben creer que los argentinos somos humildes, austeros y expeditivos como Francisco.
Bien. Esta es mi opinión, aunque respeto al que piensa distinto, pero no al que lo calumnia sin saber.
sábado, 25 de octubre de 2014
domingo, 12 de octubre de 2014
FINES DE LA MISA
Toda
la liturgia, pero especialmente la misa, cumple con cuatro fines clásicos. Es
un sacrificio:
Latréutico: rinde a Dios culto de adoración, para reconocer su infinita excelencia, poder y
majestad.
Eucarístico: reconoce
a Dios dueño y Señor de todo lo creado y le agradece
sus inmensos beneficios.
Impetratorio: pide a Dios
bienes materiales y espirituales, temporales y eternos.
Propiciatorio: satisface a Dios por los pecados
cometidos pidiéndole nos acompañe en el camino.
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