Quienes han hecho de la razón su única fuente de conocimiento, no pueden admitir que haya un Dios creador. Para ellos no hay nada más irrazonable, ni más anticientífico, ni más ilógico. Y tienen razón. Lo que no tienen es fe. O, mejor dicho, tienen una fe irrazonable, anticientífica e ilógica.
Ante el misterio del origen del universo, para la FE del científico, nunca es posible una creación. La respuesta es más sencilla: en el origen había un “algo” chiquito y lleno de energía, que un día explotó expandiéndose en un millonésimo de segundo hasta convertirse en las estrellas, los planetas, las nebulosas que conocemos y que no conocemos. ¿Cómo explotó? Eso no importa. Alguien habrá encendido un fósforo dentro de esa cosita llena de energía y… sabemos que la energía es altamente inflamable.

Ya se han hecho esos cálculos, descubriendo que esa fuerza es menor de lo que suponían, es infinitamente pequeña.
Y podríamos seguir razonando estas sinrazones hasta descubrir que no descubrimos nada sobre el origen del universo.
Quizás haga falta un poco más de lucubraciones científicas para llegar al Dios creador.
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