domingo, 27 de mayo de 2012

PENTECOSTÉS

- "Qué es Pentecostés?" nos preguntan los chicos. 
-"La venida del Espíritu Santo", contestamos los catequistas. Si preguntan un poco más, les contamos una historia antigua. Leemos Hechos 2, donde se cuenta como María y los apóstoles recibieron el Espíritu que Jesús les había prometido y salieron hablando una lengua que entendían todos.
¿Nos preguntamos alguna vez cuán vieja es esa historia? Yo te doy esa respuesta: Nada de vieja. Es una noticia de hoy.
En la Biblia existen tres tiempos: 
El tiempo del Padre: abarca todo el Antiguo Testamento. En esos libros, la presencia del Padre es continua. Dialoga "en persona" con su pueblo elegido. Se aparece a los patriarcas y a los profetas ordenando, amenazando, prometiendo. Puede ser una voz, un trueno, una llama, un ángel, pero siempre es Él.
El tiempo del Hijo: Está en los Evangelios. El Verbo hecho carne habitó entre nosotros 33 años, pero su tiempo fue el tiempo de predicación, unos 3 años.
El tiempo del Espíritu Santo: Jesús prometió ese abogado no sólo a sus apóstoles, sino también a nosotros, ya que dijo que estaría hasta que Él volviera. Es todo lo que cuenta el resto del Nuevo Testamento y sigue hasta nuestros días.  La parusía aún no ha llegado, por lo que este es el tiempo del Espíritu Santo. Dicho de otra manera: nuestro tiempo es el tiempo del Espíritu Santo. Con Él esperamos al Hijo con confianza en la misericordia del Padre.
Sin embargo ¿Cuántas invocaciones al Espíritu Santo hacemos en nuestra vida diaria? ¿Captamos especialmente que en el momento de la epíclesis de la misa, cuando el sacerdote impone las manos sobre las ofrendas, está invocando al Espíritu Santo?
El Espíritu Santo no es una parte de Dios. Es tan Dios como el Padre y como el Hijo. Uno y trino, misterio que no se razona ni se entiende, se siente.
En nuestro bautismo hemos recibido al Espíritu prometido y, con Él, la posibilidad de hablar esa lengua que entienden todos, la del amor. Y más con hechos que con palabras.
En esta tierra nos tocó el tiempo del Espíritu. Él es quien nos llevará al Padre por la redención del Hijo.

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