martes, 29 de julio de 2008

LOS SALMOS


Los salmos son cantos litúrgicos que no siempre son apreciados en todo su esplendor. Pero eso no se debe a nuestra incapacidad ni a la aridez de los mismos salmos.
No todos los salmos son iguales. Los hay de alabanza, de agradecimiento, de arrepentimiento. Sin embargo en nuestras lecturas de la misa, el salmo es un pequeño intervalo entre las otras lecturas, que leemos en forma monótona y monocorde.
Cada tanto, alguien canta el salmo de la misa y recién entonces lo apreciamos y nos eleva al Señor, alegrándonos el corazón.
Lo que sucede es que el salterio fue escrito en otro idioma, con otra métrica y otras costumbres.
Por eso es elogiable la tarea de Mamerto Menapece que lo transformó en cantos criollos, con nuestros tradicionales octosílavos. No es sacrilegio, como algún fundamentalista podría suponer, sino es traducir a nuestro tiempo lo que Dios ordenó escribir hace tres mil años.

El salmo 22 (23) es uno de los más bellos y conocidos. En él se nos habla de un pastor que nos unta con óleo. Es la comparación con un Dios que comparte con nosotros lo mejor. ¿No es acaso el tropero que nos convida su churrasco?
Dice el Salmo de David:

1 El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.

2 Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas

3 y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.

4 Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.

5 Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.

6 Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.

Dice el criollo:
1 El señor es mi tropero
no sufriré la apretura,
porque en la verde llanura
Él me llevará a pastar,
y mi sed iré a calmar
al jagüel de su frescura

2 Él me arrea por su huella
y en ello pone su honor,
ya no sentiré temor
aunque me encuentre perdido,
porque al sentir su silbido
se me alegra el corazón.

3 Él me invita a su churrasco
y me trata como amigo,
y aunque rabie mi enemigo
al verme en tal compañía,
Él me muestra cortesía
y me hace beber consigo.

4 Como gaviota al arado
me seguirá su bondá,
hasta el día en que vendrá
para llevarme a su estancia
a vivir en la abundancia
por toda la eternidad.

¿No suena más lindo? Pero dice lo mismo.

Te invito a leer el Libro de Menapace* y compararlo con tu Biblia. Vas a ver que los salmos no te van a sonar tan aburridos.

* Salmos Criollos. Editora Patria Grande

1 comentario:

Anónimo dijo...

MUY BUENO Y BREVE. ME AGRADA.